Se llamaría Alupent

«P», que así lo nombraré, pudo tener un nombre diferente

Es el caso de un hijo muy querido que logró superar los problemas en su estadìa intrauterina, gracias a una información «puesta al día» de un medicamento

Recién se había integrado a nuestro Hospital un  profesional Odontólogo, con quien casi en forma inmediata, congeniamos y establecimos una amistad muy sincera. El y Lucy, su esposa, formaban una pareja muy agradable con la que llenábamos esas tardes y fines de semana interminables de invierno lluvioso y frío.

Al poco llegar, ellos sin medios de movilización en ese entonces, quisimos mostrarles el entorno de ese maravilloso Frutillar y de a poco fuimos haciendo paseos en mi «Simca 1000», pequeño automóvil, algo estrecho, pero muy fiel y suficientemente cómodo para nosotros.

En una de esas ocasiones, admito que en forma irresponsable, decidimos dar «la vuelta al Lago», irresponsable pues mi esposa portaba un incipiente embarazo. Como el auto era «blandito» y no había ningún apuro, nos dispusimos a una travesía que normalmente tomaba unas 4 horas de camino.

Era un paisaje maravilloso, imperdible de conocer, se pasaba por Los Bajos, Puerto Octay, Puerto Fonck, Ensenada y Puerto Varas, esta última, hermosa ciudad lacustre que en sus calles mantenía en esa época un verdadero «jardín de Rosas».

Actualmente ese circuito está absolutamente pavimentado y salvo los ascensos y curvas de cierto cuidado no presenta ningún obstáculo, en ese entonces era un camino empedrado para resistir el invierno con baches inesperados. Dada la belleza de ese paseo, daba lo mismo en lluvia o sol, siempre era interesante.

El auto rodaba con cuidado y silencioso por la velocidad prudente que aplicábamos a fin de admirar el paisaje y mostrarle a Sergio y Lucy lo hermoso que era el entorno.

Todo iba bien, pasamos por Puerto Fonck y continuamos hacia Ensenada, desde donde se puede ir al «Lago Todos Los Santos» o bien llamado «Esmeralda» por el color de sus aguas.

Ya íbamos relajados, sin novedades y felices por el Turismo improvisado, pasábamos a los pies del volcán que proveía permanentemente de una arenisca que hacía suave el camino e invitaba a aumentar la velocidad. Minuto fatal, aparecieron rocas y baches poniendo el camino sumamente irregular, cayendo en varias oportunidades a esas trampas, el «Simca» no era como los actuales 4×4 y había que pasar los obstáculos y barro con cierta energía para no quedarse «pegado». Comencé a preocuparme, el camino empeoraba y no había vuelta atrás.

Sólo quería llegar luego a Ensenada donde se suponía un camino mejor hacia Puerto Varas, dado el eje turístico de ese entonces.

Ya no valía le hermosura ni lo interesante del entorno, las bajadas y subidas mostrando un paisaje gris por la repentina lluvia, como en la zona, que más parece una cortina que oculta el camino y no hay parabrisas que lo aclare, obligando a detenerse y esperar que «escampe» como dicen los «huasos».

Nuestro silencio era total y nos desplazábamos a «treinta», sin poder evitar caer una y otra vez en las irregularidades o «eventos» como los llaman ahora. El vehículo era bajo y a cada rato amenazaba con quedarse «montado» entre dos piedras como juguete carrusel o tomar el tobogán de barro que seguía en la próxima bajada guiado por los bordes del camino y las huella que dejan los vehículos mayores.

En eso ocurre lo temido. Angélica comienza con malestares y en su angustia permanecía silenciosa sin atreverse a aumentar mi nerviosismo. » Oscar, estoy perdiendo».. me dijo de pronto…. No sé si fué esto  un acicate o el camino mejoró pero no sé cómo mi pié inconscientemente apretó el acelerador y en menos tiempo del empleado habitualmente, llegamos a casa, con la sintomatología de una «amenaza» declarada.

La subí en vilo al segundo piso, sin saber si llevarla al Hospital, la recosté en la cama y utilicé rápidamente todo lo conocido como terapia de la situación. Algo más calmada, tratando de serenarse, continuaba con los síntomas cada vez más intensos. Un exámen físico del momento me mostró que el desenlace era inminente