A Corazón abierto
Caso Llanquihue
El automóvil vibraba tanto por la velocidad como por lo irregular del camino, aquel sábado en la mañana.
Serían alrededor de las 11.00 Am y estábamos en una reunión Clínica en el Hospital “de Alerce” de Frutillar. En esas ocasiones nos reuníamos los Médicos Generales de Zona del área (Frutillar, Llanquihue y Fresia) a comentar nuestros casos de interés e intercambiar opiniones sobre las conductas adoptadas. Eran reuniones a las que le dábamos mucha seriedad, emulando las que se hacían en las diferentes unidades docentes de Medicina Interna.
Para matizar y aprender, comentábamos “la Revista” del Hospital San Juan de Dios que se editaba con diferentes temas unitarios en cada número (por ejemplo: Tiroides, otro: Urgencias en cardiología, otro: Enfermedades del Hígado, etc…). Los artículos eran tratados por los diferentes Profesores con el fin de “poner al día” diferentes temas médicos y dar algunas ideas en el tratamiento de esas enfermedades.
Culminaba la revista con un caso “anátomo clínico”, en que se discutía la enfermedad causal de muerte de algún paciente, la que era comentada por todos los profesores y médicos, finalmente quien había hecho la autopsia “aventuraba” un diagnóstico después del estudio Anátomo-Patológico definitivo. Este diagnóstico era comparado con las diferentes opiniones de quienes habían intervenido en la discusión, dándose un veredicto final de consenso, muchas veces discutido acaloradamente a la luz de los conocimientos de ese entonces.
Nosotros por supuesto, opinábamos sin conocer el final y comparábamos nuestras opiniones con las vertidas en la revista. Nos servía para hacer un ejercicio mental y comparar nuestras opiniones con las de quienes habían sido nuestros maestros.
Parece ridículo pero en esos años, la información nos llegaba tarde y mal, a través de revistas que demoraban meses en editarse y que lentamente se incorporaban al acervo del conocimiento. Su lectura era larga y tediosa. Muchas veces en la edición siguiente venían correcciones o cambios en los conceptos (con latas discusiones) eran de difícil comprensión aún para los expertos.
Por eso para nosotros en la orfandad cultural de la época, “la Revista” era como abrir una ventana de frescura y nos hacía sentir incorporados al quehacer de un Hospital de prestigio.
En eso estábamos, cuando suena el teléfono “a magneto” y al otro lado “del hilo” se oye la voz de Nicolás, entrecortada por la angustia y por la “tecnología del magneto”. Nicolás había quedado de turno en Llanquihue y solicitaba ayuda para un caso de urgencia.
Recién habíamos estado comentando las dificultades en obtener ayuda de los Hospitales de la zona en casos de urgencia.Quienes quedaban de turno en los Hospitales “Regionales”, eran muchas veces médicos con la misma experiencia y disposición que nosotros, quedaban frecuentemente sobrepasados por las circunstancias, sin recibir en ocasiones un apoyo adecuado. De hecho en la vecina Puerto Varas, estaba de turno un Médico especialista en niños, quien ya había manifestado que el caso de ese día, no era de su especialidad y que debía trasladarse a un centro de mayor resolución. En el Hospital Regional de Puerto Montt, estaba de turno un cirujano que se excusó de recibir el paciente por estar en Pabellón en una urgencia mayor sin posibilidad de otra atención.
Por eso el Ford Taunus de Gonzalo, tenía el acelerador en el piso, y la aguja del marcador oscilaba entre los 140-160 kms/hora entre la lluvia y el viento de esa mañana. Recién lo había comprado y estaba arreglado para las carreras que a él le fascinaban, por supuesto sin silenciador, con el fin de “sentir” el vértigo. La distancia a cubrir eran los 50 kms entre uno y otro pueblo. Poco tiempo antes de llegar a destino, logramos dimensionar el caso que nos angustiaba.
Mujer joven, de campo, con posible embarazo fuera del útero, con hemorragia masiva abdominal en Shock, sin posibilidades de transfundirse por su grupo sanguíneo especial y no contar con los donantes adecuados. Aún retumban en mis oídos las palabras de Nicolás al “colgar”: pulso cero presión cero, se nos va…, ayúdenme…
Recibir las palabras y recordar aquél libro-novela del Cirujano Alemán de la guerra, “A Corazón Abierto”, sin antecedentes “científicos” de apoyo, fueron un instante y una resolución inmediata.
La Paciente ya sin visión, en Shock severo, recostada en la mesa del pabellón con su abdomen abultado por la sangre, aún la tengo en la retina.
Puncionar con un Trocar Universal grueso, denudar una vena en el pié e introducir la sangre tamizada por una compresa, en ambiente estéril, fue una sola maniobra, no importa el orden pero así fue. La reacción fue casi inmediata, ya sea por la descompresión abdominal o por recibir los glóbulos rojos indispensables, permitió con anestesia local, introducir un clamp y comprimir el anexo (trompa) sangrante. El resto fue completar el aseo abdominal, habiendo repuesto el máximo de sangre con nuestro método improvisado, y extirpar esa zona alterada con más calma.
La recuperación fue casi instantánea y al poco tiempo la paciente estaba sentada, como si nada, eso hizo a Nicolás salir “al Público” y tener esa reacción nerviosa, pero casi teatral, de abrir los brazos y exclamar con voz entrecortada: “Hoy se ha salvado una vida en el Hospital de Llanquihue”.
No me acuerdo, si después volvimos a nuestra reunión a terminarla, como siempre, con el ágape preparado por nuestras mujeres para la ocasión, o nos quedamos en casa de Nicolás a saborear esas “paltas-mantequilla” (aguacates), en el sabroso pan amasado “del sur”.
De hecho, esto último nos debe haber sabido más dulce y gozoso que otras veces… “A Corazón Abierto” (no recuerdo el nombre del Cirujano Cardíaco Alemán) fue la inspiración, hasta hoy me parece un sueño… esa sí que era Bibliografía….
En todo caso, aún no he podido encontrar el Libro. Lo he buscado infructuosamente con los métodos de internet… si alguien ha oido hablar de él o sabe cómo encontrarlo… que me escriba… por favor.